jueves, 30 de marzo de 2017

IN NATURALIBUS


IN NATURALIBUS



El desnudo cuerpo femenino sugiere y prolonga el paisaje. Todo el paisaje. Sea entre las aguas, elevándose sobre intemporales rocas, en la arena que da el tiempo y su demora o extendiéndose en el apacible esplendor de la hierba y la fantasmal imagen de los tepuyes, casi un boceto, trastoca los signos bíblicos y se convierte de apéndice de la creación en poder creador. Un poder que, en y por su desnudes, muestra su congruencia en el paisaje y la imagen que, en la luz y en la sombra, interroga las líneas y curvas que el mismo paisaje contiene.
Esa es la relación que nos da Jesús Carneiro  con una nueva serie de desnudos femeninos, incluida en este calendario. Sé que Jesús ha dedicado un largo tiempo a fotografiar, con sensibilidad el cuerpo femenino. Y lo ha hecho con fortuna, permitiendo que aparezca el sentido de la interrogación y el ciclo de la duda, tan vinculadas a los asuntos de esa pluralidad de seres que es lo femenino.
Ver en el paisaje al paisaje. Una visión que trastoca al primer acto y trae, a la memoria, los siempre nuevos deseos de la renovación. Y la entrega. Como en estos desnudos que por el ojo del fotógrafo, Jesús Carneiro, son la brevedad y la permanencia.



Abraham Salloum Bitar †












domingo, 15 de enero de 2017

En busca de la serpiente

Tras la pista de la serpiente

                  Después de escuchar anécdotas, cuentos y relatos, Jesús Carneiro, cámara en mano emprende la búsqueda de una mítica criatura que habita en el imaginario popular del pueblo Bolivarense; cuentan los paisanos  sobre supuestos avistamientos de un monstruo  multicéfalo. Una serpiente de siete cabezas: relatan que una cabeza duerme con un ojo abierto debajo de la Catedral y si debido a comportamientos anti patria de los angostureños se llega a molestar, destruiría al casco histórico.  Otra cabeza descansa en el fortín del zamuro y que está vigilante por  si cualquier enemigo que se atreve a atacar la ciudad por el río y  otra más grande, está en la piedra del medio y que garantiza el caudal de agua del rio padre, si ésta llegara a morir, afirman, se secaría el Orinoco.
Desde el florecimiento de la cultura griega, siglo V. A.C, la serpiente siempre ha estado ligada a la lista de Mitos y situaciones religiosas. Ha simbolizado la presencia de una fuerza sobrenatural, una energía aliada a la dinámica espiritual, el mito se posicionó en un colectivo ávido de justicia y protección hasta llegar a la Angostura del Orinoco.
Los colores del alba sobre el Orinoco que fotografía Carneiro hacen impensable que bajo esa policromía cobijada aun por la penumbra mañanera  se pueda esconder una bestia como la describen los Bolivarenses, este ambiente claroscuro solo puede permitir un romance como el apareamiento de la Tortuga Arrau que aparece  ante su lente.
Como en todos los relatos que tienen relación a los monstruos acuáticos, son los pescadores las fuentes vivas  de estas míticas leyendas, cuentan también que las otras cuatros cabezas menores en tamaño las utiliza para alimentarse y que a sus fauces han ido a parar cantidades  de pescadores que se pierden durante la pesca en el rio. También han sido manjar de la serpiente –según cuentan- intrépidos criptozoólogos y fotógrafos que han pretendido comprobar su existencia.
Carneiro cree que todo mito es racional que contiene una verdad simbólica, se inscribe en la lista de fotógrafos que se han dedicado a buscar la verdad detrás del mito, a hurgar en la historia para encontrar al relato primigenio.” El 19 de abril de 1934, R.K. Wilson, periodista Escoses, presionado por el director del diario donde trabajaba para que reportara noticias extraordinarias, hizo una foto con ayuda de utilería al supuesto monstruo del lago Ness (Escocia)”.Esta imagen se posicionó en el mundo como ícono de los llamados Críptidos o criaturas hipotéticas.
La mitológica criatura Bolivarense ha inspirado a este fotógrafo a internarse en el Orinoco en su búsqueda: fotografía al encorvado lomo del Río padre al amanecer, al atardecer y a pleno sol,  visita porfiadamente varias veces  a la piedra del medio, observa que existe una isla con sus playas, rocas y bosques, avista cuevas, hoyos y fotografía rastros sospechosos y misteriosos que lo alertan sobre  la presencia de algo sobre natural, Carneiro se merodea por la isla y en su inventario visual fotografía la imagen petrificada de la piel de la mítica bestia, ve  a través de su lente al inmenso paisaje pétreo que asemeja la piel del ofidio, crea sucesivas relaciones gráficas que dibujan a una serpiente petrificada  y más allá otra criatura hasta ahora no mencionada, es una inmensa manta raya que comparte la isla del medio con la serpiente.

 En su inventario visual, al atardecer, Carneiro se inspira en el crepúsculo que lo rodea,  recuerda que hace horas los colores del alba también lo enamoraron  del Orinoco, fotografía la luz del ocaso  sobre el lomo del río y va pensando que  esta arriesgada misión está por terminar. Una bandada de pájaros revolotea sobre la embarcación, al oír la melodía    endereza su encorvado cuerpo, ve hacia horizonte y dice  con su índice al lanchero. Es hora de  regresar al Puerto Blohm.
 
Antonio Campeare









martes, 11 de agosto de 2009